Las pruebas de la corrupción: vemos el humo y no aceptamos que haya fuego
México vive hoy una circunstancia difícil; por todos lados vemos señales de corrupción, y, al final, las autoridades nos dicen, y así lo aceptamos -como sociedad en general-, que no se comprobó nada. Pasamos al siguiente escándalo, y se repite el mismo ciclo. Las excepciones que se han dado como presunto combate a la corrupción, se enmarcan con toda claridad -aunque ésto tampoco sea aceptado ‘oficialmente’-, en las venganzas políticas. Los ejemplos sobran.
Hasta hoy el combate a la corrupción se ha centrado en buscar sus causas, pero no a los causantes; en hacer leyes, pero no en aplicarlas. El panorama que nos presentan los gobernantes hegemónicos, encabezados por el Presidente de la República, Enrique Peña, ofrece pocas posibilidades de avanzar en el saneamiento de este grave problema.
La sustentabilidad de la corrupción, por rudo que parezca, se la da la misma sociedad; muchos ciudadanos están de acuerdo -y se benefician de diversas maneras- en la existencia de este fenómeno social y político. En el marco del ‘chascarrillo’, la corrupción ha sido bautizada en nuestra historia como el ‘aceitito’ necesario para que el sistema político-económico funcione.
¿Existe alternativa para la erradicación de la corrupción, preguntan algunos -muchos- mexicanos? Desde luego que sí. Un paso entre otros puede ser estudiar sus mecanismos de acción para hacer conciencia de su juego, y poder llegar al convencimiento-convicción social de que, como ciudadanos, debemos evitar ser sus cómplices -y renunciar a sus beneficios-. Una consecuencia será señalar a los presuntos causantes y no seguirles el juego.
Aquí encontramos otro paso: la corrupción se vuelve autosustentable debido a los gobernantes. Es decir, si el gobernante ‘equis’ se auto permite y ejerce el poder político del gobierno con corrupción, ésta continuará presente, y será altamente difícil erradicarla sin la presión de la sociedad hacia el gobernante. Una sociedad pasiva y sin empoderamiento (más los beneficios de la corrupción, o el acuerdo con ella), seguirá eligiendo gobernantes dudosos y engañadores.
¿Por qué señalar a los gobernantes como los reproductores del mal de la corrupción? Porque la corrupción se ha pasado del nivel económico al político; la corrupción rebasa el mero negocio económico, para ser también un negocio político. El ganar el espacio de gobierno representa usufructuar los beneficios y prerrogativas del poder político; y, cuando falta la convicción ética de la política y la democracia, se suple con la corrupción (considero valiosa la ilustrativa colaboración de Néstor Damián Ortega, MECA, Museo Espacio / H+D, en LJA 5 de febrero).
Entre las principales columnas de humo que nos indican que tenemos fuego-corrupción en la sociedad mexicana, están la impunidad, la pobreza (con sus miles de millones dedicados a su combate, sin éxito), y el narcotráfico. Por ejemplo, “Roberto Saviano, periodista, escritor y ensayista italiano de renombre internacional, analiza para SinEmbargo la reciente captura de Joaquín Archivaldo “El Chapo” Guzmán Loera y el uso mediático que le ha dado el Gobierno federal. “Antes de emprender cualquier tipo de lucha contra el narcotráfico debemos emprender una lucha contra la corrupción, el principal problema real de México”” (SinEmbargo, en la red, 1º. Febrero).
En Colombia observamos un interesante proceso de combate tanto a la corrupción como al narcotráfico: Netflix ofrece dos series sorprendentes para conocer la dolorosa historia del país sudamericano, “Narcos” y “Pablo Escobar, El Patrón del Mal”. Son series que muestran la mecánica interactiva entre gobernantes-corrupción-narcotraficantes, los efectos de la tolerancia de los gobernantes a la corrupción, y la urgencia de políticos con convicción ética para combatirla (al grado de exponer y sacrificar sus propias vidas).
¿Por qué decir que -como sociedad- vemos el humo, pero no aceptamos que haya fuego? Porque el manejo de las pruebas, por lo general, no llega a producir los resultados esperados en los muchos asuntos de corrupción, y pareciera no importarnos mucho (un último caso nos lo muestra el ex gobernador y ex presidente nacional del PRI, Humberto Moreira, al que sus compañeros de partido defienden y alaban su inocencia).
Veamos otro caso: la periodista Anabel Hernández dice en su libro “Los señores del narco”, en la página 75 de la 2a. edición, 1a. Reimpresión, octubre de 2014, que el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo fue ordenada por el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y llevada a cabo por el director de la Policía Judicial Federal, Rodolfo León Aragón. Agrega que en la reunión en que se orquestó el asesinato, según lo reveló un ex secretario de la defensa nacional -dice la periodista- participaron entre otros, Manlio Fabio Beltrones Rivera y Emilio Gamboa Patrón. La pregunta ahora es ¿cuándo hemos conocido a ciencia cierta, el resultado de alguna investigación, que categóricamente afirme o niegue tal aseveración? Lo que conocemos son las respuestas de los interesados negando todo, sin presentar pruebas.
La película-documental “Colosio, el asesinato” nos informa, con pruebas y detalles, de la participación de los personajes del gobierno salinista, y la conclusión del supuesto juicio fue la teoría del asesino solitario.
Un último dato: La Jornada (Nacional) realizó una investigación y dice “Ha sido difícil acusar al Chapo de narcotráfico” (4 febrero). “La dificultad (de la PGR) de acreditarle ilícitos relacionados con las drogas no es reciente, pues desde su captura en Guatemala, en 1993, el capo ha sido condenado en los tribunales por cohecho y asociación delictuosa, pero nunca por narcotráfico. De esos procesos solamente uno es por delitos contra la salud, el cual se instruye en el juzgado sexto de distrito de Jalisco, con el número 364/2012. Se le atribuye en este expediente la posesión de semillas de mariguana y amapola con fines de siembra, cultivo y cosecha, pero no hay ningún otro proceso en su contra por narcotráfico” (el recurso distractor que toma la PGR es con la actriz Kate del Castillo).
La esperanza para combatir la corrupción sigue estando del lado de la sociedad.
De Política una Opinión: Abelardo Reyes Sahagún